Nuestra Madre de las Angustias, colección del autor. |
Las cofradías de Zamora están de enhorabuena, la venerada imagen de Nuestra Madre de las Angustias será coronada, D.M., en los próximos meses. Una feliz noticia que es el reconocimiento oficial a la devoción del pueblo zamorano a la imagen dolorosa que tallará Ramón Álvarez en 1879. Y es que según se dice la gran devoción de Nuestra Madre se encuentra en los silencios de su capilla, esa joya barroca que se abre tras las puertas de cristal que la comunican con la iglesia de San Vicente, templo mariano por excelencia en la ciudad de Zamora.
De la devoción pausada de la capilla, sin los grandes oropeles que le acompañan en la noche del Viernes Santo, habla esta fotografía que formaba parte de una colección de postales que llegó a mí hace ya algunos años. A un primer vistazo una fotografía de la Virgen en su capilla, pero agudizando el ojo se aprecian numerosos matices de como ha ido cambiando la presencia de Nuestra Madre en las últimas décadas. Especialmente llamativo en el aspecto de las lágrimas, que se encuentran reducidas a dos esbozos por el deterioro de los materiales naturales que usaba el imaginero para la realización de las mismas.
La Virgen aparece vestida con un manto liso de color negro, anterior al que se usaba durante los años 90 y que solo contaba con una tira de agremán a modo de guardilla, y tocado con el nimbo de plata que en la actualidad utiliza la Virgen de las Espadas. Ésta no es la única joya que porta la imagen, bajo su barbilla una broche de filigrana adorna el verdugo blanco que cubre las sienes y el cuello de la imagen.
Una fotografía que nos lleva a otros tiempos y que formó parte de la colección de estampas que contribuyeron a la difusión de la devoción a Nuestra Madre de las Angustias, ahora reconocida con la confirmación de su coronación canónica.
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